Bajo Tierra Museo del Agua: Un Manantial de Saberes

Poster museo del agua

✏Por: Karla Olvera, Claudia Romero, Cecilia Robles Bernal, Diógenes Axolote del Chan, J. Manuél Hernández Hdez.

Cuando el Baal Shem, el fundador del jasidismo, debía resolver una tarea difícil, iba a un determinado punto en el bosque, encendía un fuego, pronunciaba las oraciones y aquello que quería se realizaba. Cuando, una generación después, el Maguid de Mezritch se encontró frente al mismo problema, se dirigió a ese mismo punto en el bosque y dijo: No sabemos ya encender el fuego, pero podemos pronunciar las oraciones, y todo ocurrió según sus deseos. Una generación después, Rabi Moshe Leib de Sasov se encontró en la misma situación, fue al bosque y dijo: No sabemos ya encender el fuego, no sabemos pronunciar las oraciones, pero conocemos el lugar en el bosque, y eso debe ser suficiente. Y, en efecto, fue suficiente. Pero cuando, transcurrida otra generación, Rabi Israel de Rischin tuvo que enfrentarse a la misma tarea, permaneció en su castillo, sentado en su trono dorado, y dijo: No sabemos ya encender el fuego, no somos capaces de recitar las oraciones y no conocemos siquiera el lugar en el bosque: pero de todo esto podemos contar la historia. Y, una vez más, con eso fue suficiente…*

I

¿No hay agua? Dicen que no hay, pero la veo por todas partes, o al menos su rastro, en el Río Querétaro, que viene desde la Cañada; el de Jurica, que se desborda a pesar de que intenten canalizarlo, y baja hacia San Miguel Carrillo por todo Av. Revolución, y el de El Pueblito, medianamente vivo. Además de las inundaciones que cada año alteran el diseño citadino: colonial, moderno, industrial y apocalíptico por excelencia. Aunque haya pavimentos, muros y calles, el agua corre por donde recuerda su paso ancestral, lo proclama, se desborda de las presas y rompe el asfalto para continuar su camino.

Me pregunto por qué empresarios de la industria y gobernantes se han empeñado en manipular sus ciclos para “administrarla” como un negocio o propiedad, perpetuar el mito de la necesidad de “traerla” en acueductos y distribuirla en tuberías, o guardarla en botellas de plástico. «Los científicos ya han comprobado…» la degradación que esto genera en la totalidad de la vida, es decir, tanto en las ciudades, como en los campos, cerros, ríos, plantas y animales; todo lo que nos rodea y de lo que dependemos, está en peligro de extinción si nuestra forma de usarla, consumirla y administrarla no cambia, no importa la clase social o el santo al que te ampares: sin agua, no hay vida.

II

            Afuera llueve a cantaros. Las calles se inundan. Mi casa, junto a la de cientos de vecinos, se ha quedado sin el líquido potable de nuevo. La Comisión Estatal de Aguas (CEA), nos comunica que nuevamente las tuberías están en mantenimiento. ¿Es justo? ¿Pagamos por un “servicio” que no resuelve nuestra necesidad más vital? ¿Por qué nos han enseñado a depender de una tubería? En alguna ocasión, platicando con mi padre sobre cómo era la ciudad de su niñez, salió al tema que, en lo que ahora es Plaza de las Américas, había una charca donde iba con su mamá a lavar la ropa. También dijo que donde ahora es la colonia Carretas, existían sembradíos y una bomba de agua con acequias para riego.

Cuando pedaleo hacia la Cañada y Hércules en busca de guajolotes, nieves, enchiladas, barbacoa, esquites o pulque, me gusta platicar con la gente y esuchar las historias de cómo el agua corría cristalina entre las huertas, las cuales producían tanto, que cuando visitabas una, salías con cajas de chico zapote, aguacate, limones, manzanas, jícamas, elotes, calabaza, chiles y toda clase de comida. Que el agua era tanta y corría tan fuerte en ocasiones, que se llegó a llevar con ella a algunos vecinos. Y que para muchos personajes importantes de la Historia de México, toda la Cañada era considerada un paraíso, por su excelente clima y abundancia en agua, plantas y comida.

En los barrios de San Miguel Carrillo, narran con nostalgia cómo las acequias se secaron y las flores se marchitaron, el aire los empezó a enfermar, la tierra a crujir y temblar, y la comida a escasear cuando las fábricas ocuparon el lugar de las parcelas. Los historiadores, ahora dicen que “Los Arcos”, el famoso “monumento patrimonio de la humanidad”, en realidad fue una construcción hecha para no limpiar la corriente de un río que sobrevive a pesar de parecer un canal adornado, al cual, lo bonito no le quita lo nocivo. Los famosos “benefactores” que mandaron construir el primer acueducto, en realidad eran empresarios aváros que poco a poco comenzaron a dejar sin recursos hídricos a la población.

Doña Beatriz, a sus sesentaitantos, vecina de La Otra Banda, aún cuenta que de niña nadaba en el Río Querétaro con sus hermanos. En las fotos antiguas de la ciudad se pueden ver las cajas y fuentes que distribuían el agua. Intento imaginar cómo habría sido vivir en aquel tiempo, llevar carretillas con cántaros, o cargar cubetas sobre los hombros para abastecerse. Y ahora que es tan fácil cagarnos en ella, abrir la llave y dejarla correr hacia el caño, mientras que en algunos lugares tienen que comprar pipas y garrafones. ¿Por qué pasa esto? ¿Cómo nos orillamos a esta realidad Mad Max donde unos cuantos Inmortan Joe´s nos condicionan algo que nos pertenece a todos? ¿En qué momento lo cristalino dejó de serlo? ¿Cuándo el río dejó de ser río? ¿A quién se le ocurrió separar sus aguas en “limpias” y “sucias” hace más de tres siglos? ¿Por qué decidieron perforar la tierra para explotar los mantos acuíferos, succionarlos una y otra vez hasta dejarlos sin una sola gota, sin permitir que vuelvan a llenarse?

III

Nadie imaginó que el apocalipsis se viera tan feliz, tan lleno de luz. El día cero se vive en medio de espectros de riqueza que acaban con la abundancia natural. Sin embargo, aún nos parece necesario evidenciar la crisis en el modelo del uso y administración del agua, a nivel público y privado, en la ciudad de Querétaro, en todo México. ¿De qué sirve construir 123 km de tubería desde los límites de Cadereyta con Hidalgo, dejando a su paso comunidades enteras sin agua, si ya en la ciudad, se pierde hasta el 40% en fugas? ¿Por qué el 80% de los pozos y mantos acuiferos que están en nuestro territorio son succionados por empresas privadas y extranjeras, que no retribuyen el costo ecológico de su producción? ¿Cuánto le cuesta su prosperidad al lugar donde vivimos? ¿Con qué van a saciar su sed, trapear sus casas, lavar su ropa o su coche, los inversionistas y trabajadores que el gobierno está invitando, si dicen que ya no hay agua? ¿Será esa la verdadera razón del alto costo de las rentas? Pues según los expertos, en la actualidad, hay más casas que personas. Lo cual no significa mejores vialidades, ni servicios públicos, pero sí un deterioro incalculable en el ambiente.

Más pronto de lo que pensamos, ésta tierra será inhabitable. Talar los árboles, dinamitar los cerros, secar las aguas subterráneas, acabar con las acequias, ensuciar los ríos, construir sin habitar y habitar para contaminar, son problemas urgentes en nuestra forma de vida que hoy tenemos que resolver, y no hay bosque a donde podamos ir, ni oraciones que recitar, mucho menos fuegos por hacer, pero sí muchas historias, información práctica y alternativas que podemos conocer, y tal vez con eso, ésta vez, también sea suficiente:

Conoce www.bajotierra.com.mx un manantial de saberes, para saciar la sed de conocimientos sobre el lugar donde vives.

💦 Contacto: bajotierramu@gmail.com

Visita el museo en: bajotierra.com.mx/recorrido

 

Originalmente publicado en: fenomeno