¿Conocimiento para qué? ¿para quién?

Poster museo del agua

✏Por: Karla Olvera, Coordinadora de divulgación y comunicación de Bajo Tierra Museo

Bien dicen que el conocimiento es poder, por lo tanto, no es sorpresa que la información o la educación no estén al acceso de todas las personas, solo para aquellas que puedan pagarlo. Sin embargo, aunque tengamos la fortuna de asistir a la escuela o ingresar a una universidad, nos enfrentamos con un sistema regido por el poder y el dinero que condicionan qué aprendemos y cómo generamos conocimiento. La mayoría de las universidades o instituciones, especialmente aquellas que realizan investigación, trabajan bajo un enfoque eurocéntrico, patriarcal, colonialista, y desde un punto de vista externo, y si no somos críticos como profesores, alumnos o investigadores, podemos caer en la trampa y replicarlo. 

En universidades e instituciones académicas hay grupos de investigación horizontales, empáticos y situados, que buscan investigar y actuar de forma crítica y congruente. Pero también hay grupos jerárquicos, acaparadores y explotadores. Es una práctica común que estos núcleos académicos, ya sea de ciencias exactas o sociales, caigan en un extractivismo académico. Es decir, en sus investigaciones van a un área natural, rural o urbana, donde hay comunidades, ejidos o núcleos agrarios con sus dinámicas propias a extraer información sobre la biodiversidad, usos y costumbres o problemáticas para publicar en alguna revista científica. En algunos casos para acceder a esa información tienes que pagar a la revista (que, por cierto, la mayoría se redactan en inglés) y muchas veces las comunidades no son retribuidas por su conocimiento ni se les reconoce su papel como sujetos de acción.

De manera similar, nos enfrentamos al hermetismo de las instituciones, especialmente de las gubernamentales, a pesar de estar obligados a compartir información cuando se les solicita. A inicios del 2019, en la ciudad de Querétaro se comenzó la construcción de un eje vial en Av. Zaragoza en el que se tendrían que trasplantar varios árboles. Sin embargo, la administración de Francisco Domínguez y las anteriores han talado injustificadamente muchísimos árboles en la ciudad, por lo que la ciudadanía comenzó a organizarse y protestar en contra de la obra. Cuando varias compañeras activistas ambientales solicitaron los estudios técnicos justificativos a las instituciones gubernamentales, éstas respondieron que para obtener esa información debían pagar un monto de $100,023 pesos. 

Esta es nuestra situación en la ciudad de Querétaro y en el país; el conocimiento se reserva para los pocos que pueden pagar por él o por una educación universitaria. Hay tantas instituciones gubernamentales y educativas con financiamiento público que generan información que se queda en tesis, bibliotecas, reportes, informes y archiveros cuando debería llegar a la sociedad. Por eso, cuando nos conocimos durante nuestras respectivas investigaciones en torno al agua, inmediatamente coincidimos que la información que estábamos recabando tenía que salir de las tesis y de las aulas hacia las calles y la sociedad. Así surgió Bajo Tierra Museo, desde el objetivo y deseo de poner el conocimiento popular y académico al alcance de la sociedad, y así, tomar acciones críticas e informadas en torno a las problemáticas del agua y las áreas naturales de nuestra ciudad.

Es ingenuo pensar que el conocimiento se genera sin otro fin más que el de llenar vacíos. La ciencia y la investigación no son neutros, tienen tanto que ver con la creación e impulso de discursos de privatización del agua o implementación de proyectos extractivistas bajo el estandarte del progreso y desarrollo. Quienes tuvimos la fortuna de acceder a una educación universitaria tenemos la obligación de cuestionar lo que aprendemos y hacemos en estos espacios. Tenemos que estar situados en nuestra realidad para poder transformarla. 

Necesitamos reemplazar el academicismo eurocéntrico, clasista y extractivista por una construcción colectiva, politizada y horizontal del conocimiento, donde el saber popular interactúe con el saber científico. Pero también necesitamos eliminar la idea de que el flujo de información, o la educación, ocurre en un solo sentido: de los que tienen el conocimiento hacia los que no, como si fueran un recipiente vacío que hay que llenar. Cuando en realidad es un diálogo, es un proceso de dos, tres, diez o más sentidos.

Eso es a lo que apostamos en Bajo Tierra. Creemos que todo conocimiento es valioso y válido: desde las memorias que los habitantes tienen sobre el río Querétaro, hasta los parámetros físico-químicos de sus aguas o la delimitación geográfica de la cuenca donde fluye. Y creemos que todos y todas pueden hacer investigación. De ahí la importancia y urgencia que tienen la iniciativa de monitoreo comunitario de descargas ilegales en los ríos o el monitoreo de tala, incendios y destrucción de áreas naturales de la ciudad. O la documentación de conflictos socioambientales en Querétaro en el Atlas de Justicia Ambiental, como el despojo de agua en Santiago Mexquititlán en Amealco o la privatización del servicio de agua potable en La Pradera. Aquí entre todos y todas investigamos, nos informamos y organizamos para crear una ciudad más justa. Explora este museo creado por más de 130 personas y siéntete libre a colaborar con información, obras audiovisuales, pintura, poesía o música. Trabajemos por la creación de conocimientos diversos y críticos al alcance de todos y todas.

💦 Contacto: bajotierramu@gmail.com

Visita el museo en: bajotierra.com.mx/recorrido

 

Originalmente publicado en: asterianoticias